Todos los seres vivos poseen la capacidad de responder a los cambios generados en el medio externo o en el interior de su organismo. Por ejemplo, la elevada temperatura del verano es un estímulo para ciertas plantas que responden ajustando el nivel intracelular de agua; la humedad y el pH básico, en el sustrato, son los estímulos para que algunos hongos inicien su proceso de reproducción; y un medio pobre en nutrientes provoca que algunas bacterias y hongos inicien el proceso de esporulación. Así, un estímulo es cualquier señal o cambio en el medio interno o externo que influye en la actividad de parte o de todo el organismo.
Los organismos animales responden a los estímulos a través del sistema nervioso. Existen diversos tipos de sistemas nerviosos en los distintos grupos de animales; al compararlos, se aprecia que a medida que se avanza en la escala evolutiva, se tiende a la cefalización, es decir, la centralización del control de la función nerviosa en una sola estructura, el cerebro.
Los animales pertenecientes al grupo Cnidaria presentan la organización más simple del sistema nervioso; entre estos se encuentran las medusas, los corales, las hidras y las anémonas de mar. Estos animales poseen células especializadas en reaccionar a determinados estímulos, llamadas células sensitivas, las cuales han desarrollado prolongaciones, a modo de redes, que les permiten interactuar con otras células que se han especializado en la contracción. Por tal motivo, en este grupo de organismos, el sistema nervioso se denomina sistema nervioso reticular. En los Platelmintos o gusanos planos, tales como las planarias, las células nerviosas se agrupan en ganglios ubicados en la región cefálica del animal. Estos ganglios cumplen una función de control e integración. Ambos ganglios se prolongan longitudinalmente hacia la región posterior del cuerpo y forman los cordones nerviosos.
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